A las numerosas consecuencias que la contaminación atmosférica tiene sobre la salud podría unirse un incremento del riesgo de sufrir depresión cuando la exposición es prolongada en el tiempo. Así se desprende de un estudio publicado en International Journal of Hygiene and Environmental Health y liderado por un equipo del Barcelonaβeta Brain Research Center y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
El estudio se llevó a cabo a partir de los datos obtenidos en los cuestionarios epidemiológicos que respondieron los participantes del Estudio Alfa de la Fundación Pasqual Maragall, financiado por la Obra Social “la Caixa”, y los datos sobre concentración de diferentes contaminantes del aire en Barcelona. El objetivo principal del equipo científico era establecer posibles asociaciones entre la exposición a largo plazo a la contaminación del aire y antecedentes por depresión y ansiedad.
Los resultados muestran una asociación significativa entre la exposición a largo plazo a contaminación atmosférica (NOx, NO2, PM2.5 y PM10) y el aumento del riesgo de sufrir una depresión, así como un aumento en el uso de antidepresivos. Aunque no se observó una asociación en relación al riesgo de sufrir ansiedad, sí que se detectó que las personas expuestas a concentraciones más elevadas de contaminantes del aire tenían más probabilidad de utilizar ansiolíticos, concretamente benzodiazepinas.
“Aunque todavía no existe consenso en la literatura científica sobre la posible relación entre exposición a la contaminación atmosférica y depresión, los resultados de nuestro estudio están en la línea de otras investigaciones que hallaron asociaciones similares”, expone Cristina Vert, investigadora de ISGlobal y primera autora del trabajo.
Según la Dra. Marta Crous-Bou, investigadora del BBRC y coautora del estudio, “los resultados se añaden a la lista de potenciales efectos perjudiciales de la contaminación atmosférica sobre la salud”. De todas formas, insiste en que “son necesarios más estudios, especialmente estudios longitudinales y en poblaciones más amplias, para confirmar nuestros resultados”. La investigadora está actualmente ampliando este estudio, con el objetivo de analizar la presencia de contaminantes ambientales con el rendimiento cognitivo de personas con riesgo de sufrir la enfermedad de Alzheimer.