El lunes 11 de febrero se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia, impulsado en el 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de conseguir un acceso y una participación plena y equitativa en la ciencia, y conseguir la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas.
En el centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), trabajan cerca de un centenar de mujeres, más del 50% de la plantilla, dedicadas a la investigación y a darle soporte. Con motivo de la conmemoración de este día, cuatro mujeres del BBRC que ocupan diferentes posiciones de la carrera científica explican su experiencia.
“De pequeña quería ser paleontóloga. Mi padre me había hecho una mochila de tela con espacio para poner martillos, pinzas, pinceles, bolsitas, etc. ¡Iba a todas partes con esta mochila! Después decidí que quería ser arqueóloga, viajando por el mundo en avionetas, como una aventurera (soy generación Indiana Jones, alguna cosa se ha quedado implantada en mi cerebro). Al final, cuando empecé a estudiar la asignatura de Biología, descubrí la Geología (paso obligado para hacer Paleontología o Arqueología), ¡y no me gustó nada! Es entonces cuando me orienté hacia la evolución, la genética de poblaciones, y me encontré con muchas cosas satisfactorias sobre las teorías de la evolución.
Haciendo mi doctorado y postdocs en Neurociencia, completé mis sueños de pequeña viajando a lugares diferentes, tanto para hacer experimentos en la naturaleza, como para asistir a congresos o para vivir. Al final, con lo que me quedo de la ciencia es con mi trayectoria final: he pasado de soñar que quería ser una aventurera, a trabajar en proyectos clínicos para mejorar el mundo en el cual vivimos”.
“Cuando era pequeña, recuerdo que una de mis actividades favoritas era jugar en el jardín de casa de mi abuela a poner moscas, hormigas y todo tipo de insectos en vasos de plástico (con o sin agua) para poder miraros, tocarlos, contar cuántas patas o alas tenían, etc. Hubo incluso alguna que otra pobre mariposa que se quedó sin alas porque tenía la teoría de que, si te ponías el polvo de sus alas encima, ¡podrías volar como lo hacían ellas! Desgraciadamente, la hipótesis no se confirmó tras unos cuantos intentos… ¡Pero la curiosidad allí se quedó! Desde muy pronto tuve claro que quería ser veterinaria o bióloga como aquellos que veía en los documentales, como Jane Goodall, que estaban todo el día con animales. Más adelante, cambié la biología de bota (de campo) por la de bata (de laboratorio), que dicen en mi campo, y pensaba que mirando a las cosas pequeñas algún día haría un gran descubrimiento.
Ahora que han pasado los años, puedo decir que la ciencia me ha aportado de todo. Desde mucho esfuerzo, dedicación, sacrificios y más de una frustración, a experiencias muy gratificantes, muchas alegrías, aprendizajes y la posibilidad de conocer muchas personas muy interesantes que han tenido una influencia bestial en mi vida, tanto a nivel profesional como personal. En definitiva, lo que más me gusta de la ciencia es tener la sensación de que con mi trabajo hago alguna cosa para mejorar la vida de las personas, y especialmente, tener la oportunidad de contribuir a buscar soluciones cuando las personas están enfermas. Obviamente, no siempre es tan idílico, ¡pero pensar en esto es lo que me hace seguir motivada!”
“Creo que mi interés por la ciencia se me despertó desde bien pequeña, ya que pese a no ser consciente, siempre he tenido inquietud por todas las actividades y juegos más ‘de ciencias’. Al principio quería ser médico, después cambié a ingeniera, y finalmente, matemática y doctora en Biomedicina. Mi primer referente consciente fue el de Marie Curie como icono de la perseverancia en la ciencia, pero a lo largo de mi etapa universitaria tuve la posibilidad de conocer a mujeres a las que admiro y que juegan un papel importantísimo dentro de la ciencia, y de la forma cómo yo la veo. Son las profesoras Malu Calle y Lupe Gómez. Para mí, ¡ellas son mi auténtico referente!
En mi trayectoria científica he vivido experiencias e inquietudes muy enriquecedoras, y he podido participar en grupos de trabajo y entornos que me han hecho crecer como persona. Lo que más me gusta es el hecho de pensar que lo que estoy haciendo puede ayudar a desarrollar la investigación de otras personas y que estoy ayudando a hacer avanzar nuestra sociedad. Concretamente, estoy viendo que hace unos años enfermedades como el Alzheimer eran totalmente desconocidas, y ahora con la investigación que se está haciendo y a la cual estoy contribuyendo, podemos avanzar a mejorar, como mínimo, la calidad de vida de mucha gente. Y esto, al final, ¡es nuestra propia calidad de vida! Para mí, no hay satisfacción más grande que disfrutar de aquello en lo que trabajas”.
“Sinceramente, antes de entrar a trabajar al centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, no había pensado en la posibilidad de dedicarme a la ciencia. Durante muchos años, quería ser guía turística, porque me encanta viajar, organizar y tratar con las personas. Pero finalmente, me decanté por estudiar Psicología en la Universidad de Girona. No fue fácil porque durante la carrera tuve muchas dudas sobre si dejarla o no, hasta que empecé con las asignaturas de Psicobiología, Neurociencias y Neuropsicología. ¡En estas asignaturas empecé a ver claro cuál era mi lugar dentro de la Psicología!
En mi carrera profesional he tenido diferentes referentes. Personalmente, mis referentes siempre serán mis padres, ya que de ellos he aprendido que siempre se tiene que tirar hacia delante, aprender de todo y de todos, y que se tiene que luchar por aquello que una quiere sin dejar de ser humilde. En el ámbito profesional, en mis inicios fueron los profesores Teia Romero y Jordi Gich, que me aportaron conocimiento, pero también pasión por la Neuropsicología. Ahora, en el mundo de la investigación, Juan Domingo Gispert ha sido y es mi mentor. Con él he aprendido a querer la ciencia, ya que desprende una dedicación y pasión en cada uno de los proyectos que hace que te generes preguntas constantemente y que siempre quieras seguir avanzando para aportar nuevo conocimiento. Gracias a él, con paciencia me ha hecho ver que dentro de la investigación puedo encontrar mi lugar.
Aunque todavía estoy en las primeras etapas de la carrera científica, ya puedo decir que la ciencia me ha aportado tres cosas principales. Me ha permitido conocer a personas increíbles, me ha aportado una inquietud hacia el conocimiento y una motivación para superarme cada día más, y la satisfacción de saber que a través de la investigación puedo aportar, poco a poco, mi granito de arena en la investigación de la enfermedad de Alzheimer. ¡Y es que no sé qué tiene la ciencia que te engancha!”