Con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia, que se celebró el 11 de febrero en todo el mundo, pedimos a cuatro mujeres del Barcelona Beta Brain Research Center (BBRC) que nos hablaran sobre su experiencia.
Os dejamos con el testimonio de Eider Arenaza, Mahnaz Shekari, Annabella Beteta y Marta Milà, que nos explican cómo nació su interés por la ciencia, sus referentes y qué les ha aportado y sigue aportando su trabajo.
¡De pequeña quería ser artista! Me pasaba el día cantando y bailando. Me acuerdo de que grababa coreografías de grupos que me gustaban de la televisión y las repetía en casa una y otra vez hasta aprenderlas de memoria. Las asignaturas de “ciencias” siempre me habían interesado y cuando tuve que escoger carrera, estudié psicología porque me interesaba mucho entender la conducta y la mente humana. Después hice el máster de Neurociencias y empecé las prácticas en la Universitat de Barcelona (Facultad de Medicina).
Hasta aquel entonces, nunca había imaginado hacer investigación. Mi supervisor de tesis me introdujo a la teoría de la reserva cognitiva: fue mi primer contacto con la investigación y es el tema sobre el que sigo trabajando hoy en día. Me apasiona entender los mecanismos cerebrales y estilos de vida que permiten a algunas personas mantener su función cognitiva en edades muy avanzadas.
Con la investigación he aprendido a ser persistente, trabajar duro y esforzarme, pero también a tolerar la frustración. He aprendido a trabajar en grupo y a hacer el ejercicio de recordar por qué hago lo que hago en un sistema en el que muchas veces la individualidad y competitividad oscurecen el objetivo común. He conocido a muchísima gente con la que comparto intereses y forma de hacer las cosas.
He estado 6 años haciendo investigación en Francia y Estados Unidos, esto me ha permitido por una parte viajar, y por otra, aprender muchísimo de cómo hacer investigación en grupos que para mí eran referencia.
Con el tiempo, he ido creando una red de compañeras (mujeres en ciencia) de diferentes países, con las que además de compartir intereses científicos, comparto experiencias y dificultades comunes, y nos apoyamos mutuamente. Estoy muy contenta de haber encontrado este apoyo y complicidad también en mis compañeras del BBRC.
Para mí, es una suerte poder trabajar en algo que te gusta y motiva. Me gusta poder ser creativa y generar nuevas ideas. También me gusta mucho poder trabajar en grupo con un objetivo común y pensar que lo que hacemos es importante y que puede tener un impacto en la vida de la gente.
Cuando era más joven, soñaba con ser médica. La razón de mi interés la atribuyo a aspectos culturales de aquel entonces en mi país, Irán, donde una de las principales lecciones éticas que nos transmitían en el instituto era cómo ser compasiva con la sociedad cuando nos necesita. Eso, sumado a que los médicos eran sumamente respetados, yo diría que incluso de una forma exagerada, hacía que la mayoría de estudiantes como yo quisiéramos alcanzar esa profesión.
Mi mejor curso durante el instituto fue cuando descubrí que me apasionaba aprender física. Me fascinaba saber que la física explica los procesos subyacentes de muchos fenómenos que vivimos en nuestra vida diaria. Pero por aquel entonces, aún no tenía claro que iba a seguir tan interesada por la ciencia como hasta ahora.
Actualmente, la ciencia satisface mi ambición de ser útil y provechosa para la sociedad, y en mi opinión, este es uno mis logros más importantes. Otra cosa que la ciencia me aporta es el reto de investigar para comprender mejor los mecanismos que hay detrás de determinados procesos, y para facilitar soluciones.
¿Qué me gusta de mi trabajo como investigadora? Pues varios aspectos. Para mí, la parte más importante es el proceso de aprendizaje, que es muy dinámico. Es decir, la ciencia nunca para: cada día hay nuevos retos y logros en todos los campos. Por ello, si te dedicas a la investigación, ¡tienes que estar al día de los cambios!
Mi interés por la ciencia se remonta a mi infancia. Mi madre y mi padre son médicos y supieron inculcarnos el interés por la ciencia a mí y mis 3 hermanos, al punto que todos seguimos sus pasos y estudiamos medicina. Muchos de mis primeros recuerdos son en alguna clínica u hospital, acompañando a mi madre a pasar visita en la planta, por ejemplo. Ellos, sin ninguna duda, son mis referentes porque no solo supieron darme el mejor ejemplo, sino que me aportaron valores tan importantes en esta carrera como son la ética, la empatía y el respeto por las personas.
Inicialmente pensé que me especializaría en pediatría como mi madre, sin embargo a lo largo de la carrera cambié de parecer y finalmente me decidí a hacer la especialidad de medicina familiar y comunitaria. Posteriormente, empecé a interesarme por la investigación realizando pequeños proyectos sobre la población del centro de atención primaria en el que me formé. Tiempo después tuve la oportunidad de participar en ensayos clínicos de mayor magnitud y finalmente llegué al BBRC, donde tengo la suerte de trabajar con grandes profesionales, de los que aprendo cada día y aprecio muchísimo. Aquí quisiera mencionar también a los participantes de la investigación con los que trabajamos, que son personas encantadoras, altamente comprometidas con esta causa, con las que llegas a establecer un vínculo amical.
¡La ciencia ha aportado tanto en mi vida! Por dónde empezar… Creo que primero mencionaría el conocimiento, la visión y el pensamiento crítico que aplico en todos los aspectos de mi vida. Como médico, el solo hecho de poder aliviar el malestar físico o emocional de una persona es altamente gratificante.
Por otro lado, dentro del campo de la investigación, pensar en el impacto que pueden tener los proyectos científicos con los que trabajamos en la actualidad es sumamente satisfactorio. El hecho de poder contribuir con una causa de esta índole significa un logro muy importante para mí.
Estoy bastante al principio de mi carrera científica, pero podría decir que la ciencia me está aportando un aprendizaje continuo: estoy aprendiendo a hacer las preguntas adecuadas y a saber cuál puede ser la mejor forma de encontrar respuestas, a no perder la curiosidad, a ser crítica… Estar haciendo un doctorado me está haciendo crecer no solo profesionalmente, sino que también como persona.
El interés por la ciencia me vino desde bien joven. Aunque de pequeña quería ser maestra, enseguida me empecé a interesar mucho por las ciencias naturales, y a admirar la carrera y los trabajos de Jane Goodall en el campo del comportamiento animal, así como su pasión y fortaleza como científica y mujer.
Años más tarde, cuando tuve que escoger la carrera, dudé mucho entre estudiar farmacia, biología, psicología o medicina; finalmente, acabé decantándome por biología humana. Durante la carrera descubrí la neurociencia, a partir de asignaturas como psicobiología o biología del comportamiento, y tuve claro que aquella era la rama que quería escoger. Me fascinó tanto el estudio del comportamiento y del funcionamiento del cerebro humano, que me animé a estudiar también psicología. La verdad es que estoy muy contenta de haber escogido este camino: ¡la biología y la psicología forman un tándem muy interesante!
En cuanto a mis referentes científicos, me han inspirado y motivado profesores que he tenido como Rafael Maldonado, Olga Valverde o Carme Junqué. Y ahora, mis mentores y ejemplos científicos del día a día son mis supervisores Marc Suárez y José Luis Molinuevo en el BBRC.
En definitiva, lo que más me gusta de mi trabajo es poder contribuir directamente a la investigación de una enfermedad tan prevalente y dolorosa como es el Alzheimer. El impacto social de cualquier pequeño hallazgo es muy significativo, ¡y esto me anima a seguir trabajando para combatirla!