Científicos internacionales recomiendan que la acumulación anómala de proteínas, como la beta amiloide, en el cerebro de personas sanas, se transmita como si fuera un factor de riesgo para desarrollar demencia vinculada a la enfermedad de Alzheimer. Así, los expertos pretenden alinear la forma de explicar los avances científicos al lenguaje que usa la sociedad. El Director Científico del Programa de Prevención del Alzheimer del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), el centro de investigación de la Fundación Pasqual Maragall, el Dr. José Luis Molinuevo, es uno de los autores que firma esta visión publicada en la prestigiosa revista Lancet Neurology.
La forma de entender qué significa sufrir la enfermedad de Alzheimer es diferente por parte de la comunidad científica y de la sociedad. Por un lado, para la sociedad, sufrir esta enfermedad significa tener ya pérdidas progresivas de memoria que llevan al enfermo a unos niveles de dependencia cada vez mayores. Esto es debido a que, en la clínica, el diagnóstico de Alzheimer se lleva a cabo mediante tests cognitivos cuando la persona ya presenta déficits de memoria.
Por otro lado, diversos estudios científicos demuestran que actualmente el diagnóstico de la enfermedad es muy tardío, ya que el cerebro de las personas con Alzheimer puede comenzar a experimentar cambios patológicos 20 años antes de que aparezcan los primeros síntomas. Entre estos cambios se encuentra la acumulación de proteína beta amiloide en el cerebro (amiloidosis). Por ello, los investigadores consideran que esta acumulación es el primer paso en el proceso fisiopatológico de la enfermedad de Alzheimer, incluso si la persona no muestra deterioro cognitivo.
Para evitar el uso de estos lenguajes diferentes, los autores del artículo aconsejan hablar de la amiloidosis cerebral como un factor de riesgo para desarrollar demencia asociada al Alzheimer, no como una primera fase de la propia enfermedad. Según los expertos que firman la visión, esta aproximación es más exacta y coherente con una sociedad que está más abierta a aceptar que una persona sana tiene un factor de riesgo que a aceptar que tiene Alzheimer, ya que actualmente es una enfermedad para la que no existe tratamiento disponible.
Es importante destacar que la acumulación de beta amiloide en el cerebro no es suficiente para garantizar que los pacientes sufran Alzheimer en el futuro, y es que es una enfermedad en la cual intervienen múltiples factores. Por este motivo, su detección como factor de riesgo ayudaría a identificar candidatos que podrían incluirse en estudios para prevenir la enfermedad. “Esta nueva visión abre las puertas para aproximar los programas de prevención de la demencia y del Alzheimer a la sociedad. Partiendo de esta base, en el futuro podremos informar sobre el riesgo de sufrir la enfermedad y actuar para disminuirlo”, destaca el Dr. Molinuevo.
La acumulación de beta amiloide en el cerebro ocurre muy pronto en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, incluso 20 años antes de que aparezcan los síntomas cognitivos. Estudiar la amiloidosis como un factor de riesgo podría ayudar a poner en marcha ensayos clínicos para prevenir el Alzheimer en personas sin síntomas cognitivos pero cuyo cerebro ya está experimentando cambios.
Esta situación es común a factores de riesgo de otras enfermedades. Es el caso de la hipertensión, por ejemplo, que comenzó a considerarse un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares en 1975. Este cambio en la definición permitió reducir el riesgo de sufrir este tipo de enfermedades, como infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares.